La llama Olímpica, en su Camino a Tokio 2021...
La llama olímpica no nació en la antigua Grecia, como podría suponerse, y es más bien una idea luminosa que surgió en la mente de Jan Wils, un arquitecto holandés, durante los Juegos Olímpicos de 1928, cuando dibujó una torre con una antorcha en el estadio olímpico, cuya llama fue encendida por primera vez en julio de ese año.
Desde entonces, cada 4 años la llama olímpica vuelve a flamear en la ceremonia inaugural de los sucesivos Juegos Olímpicos de Verano, para que se perpetuara como símbolo de pureza y claridad a través de los tiempos, como lo auguró Pierre de Coubertin en 1932.
Es a partir de 1936, en los Juegos de Berlín, que la llama olímpica se transportó desde las ruinas del Templo de Heras en Olimpia hasta el lugar donde se desarrollan los juegos.
Así, el encendido y el transporte de la llama comenzó a formar parte de los rituales de este magno evento deportivo. Ese año también la llama ardió por primera vez en los Juegos Olímpicos de Invierno.
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