Persiguiendo el Sueño Olímpico, Abebe Bikila le conocimos personalmente en Munich 1972, durante un homenaje que se le otorgó, ya esta leyenda del atletismo estaba en silla de ruedas.
Abebe Bikila, con sus dos medallas de oro en Juegos Olímpicos, el etíope Abebe Bikila es considerado el más grande maratonista de todos los tiempos.
Una hermosa historia dedicada a todos ustedes, escrita por Juan Ramón Piña
Abebe Bikila no pudo ganar su tercera medalla de oro en el maratón olímpico en México 68, pero mucho colaboró para que un compatriota suyo mantuviera el dominio de Etiopía en la histórica prueba.
Pocos sabían que el doble medallista de oro salió a refrendar su título con una fisura en la pierna derecha, que se le complicó con problemas de rigidez y de circulación .
Los integrantes de la Guardia Imperial tenían fama de resistentes, pero Bikila sólo había corrido esporádicamente, mas como una forma de sobrevivencia. El destino lo puso en manos del talentoso entrenador sueco Onni Niskanen, quien supo tener la paciencia y sensibilidad para transformar un diamante en bruto en una preciada joya. A base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna, ejercicios de baloncesto y largas carreras en carretera, el estilo de Bikila se transformó en una máquina perfecta de devorar kilómetros. Más rápido Una eminencia del entrenamiento deportivo, Niskanen, no enfrentó a Bikila por el gusto de éste de correr descalzo. El entrenador optó por estudiar los tiempos de su atleta, tanto con tenis como corriendo sin ellos, y comprobó que efectivamente Bikila era más rápido sin calzado alguno.
Este fue el hecho que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre del mundo y en plena descolonización ganaba descalzo el maratón olímpico de Roma 60. Y no sólo había ganado el oro, sino que había causado enorme revuelo al mejorar por casi ocho minutos el récord olímpico, dejándolo en 2 horas, 15 minutos y 16 segundos. Para acabar de sorprender al mundo, se supo que Bikila había perdido sólo 350 gramos de peso en la exigente carrera, mucho muy por debajo del promedio de 4 kilos que solían perder los maratonistas de la época. El héroe En 1935, Benito Mussolini y sus tropas fascistas salían del famoso Arco de Constantino, en Roma, para conquistar Addis-Abeba, la capital de Etiopía. Pero las cosas de la vida quisieron que el noble atleta africano ganara el maratón olímpico de Roma muy cerca de donde Mussolini había partido a la conquista de Etiopía.
Por esto, la hazaña del corredor trascendió el terreno deportivo y se adentró al más puro nacionalismo africano. A su regreso de Roma, Bikila fue recibido como héroe por el Rey de Reyes de su patria y a cambio de su medalla de oro recibió un anillo de diamantes.
El doblete, en los meses previos a los Olímpicos de Tokio 64 se acusó a Bikila de haber formado parte de un complot militar, del que realmente nunca fue integrante. Este supuesto le valió pasar meses en la cárcel, por encima de la cercanía de los Juegos Olímpicos. Por si fuera poco, una peligrosa apendicitis atacó a Bikila, por lo que tuvo que ser operado apenas un mes antes de la salida del maratón de Tokio 64. Con su estilo, entonces convertido en arte y retocado ya con zapatos tenis, Bikila repite victoria y deja constancia de su potencial: registro de 2 horas, 12 minutos, 11 segundos, y una velocidad récord de 19.152 kilómetros por hora, algo nunca antes visto.
De la gloria al infierno En marzo de 1969 la grandeza deportiva de Bikila fue opacada cruelmente por un accidente automovilístico. }
Durante ocho meses fue atendido en un hospital de Londres, del que salió paralítico y en silla de ruedas. Una multitud dolida y llorosa lo recibió a su regreso a Addis-Abeba. La gente que por mucho tiempo lo aclamó no se acostumbraba a verlo en esas condiciones. Así, enfermo y con sus piernas muertas y su triste sonrisa, Abebe Bikila, el mejor maratonista del mundo y primer ídolo de Africa, terminaba su ciclo en la tierra. Una hemorragia cerebral acabó con su vida el 25 de octubre de 1973, a los 41 años. Juan Ramón Piña / El Norte
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